domingo, 28 de diciembre de 2008

La maldición de la inmortalidad

Al caer la noche y alzarse la luna, el deseo y una desesperación incontrolable; lo empujaban a salir de su cobijo diurno para recorrer las sucias y apenas pobladas callejuelas de una ciudad, cubierta por un manto de fina lluvia. Buscando la manera de embaucar, una noche más, a alguien con quien saciar las necesidades que su naturaleza le dicta.

Solía llevar una vida nómada, pero conocerla fue razón suficiente, para instalar su hogar en aquel indecente barrio de aquella decente ciudad, por más tiempo del aconsejado para la integridad de su existencia. Desde ese momento, pocas fueron las veces en que, al caer el manto oscuro de la noche, no se acercase furtivamente a ella; guiado por el inconfundible aroma de su hiel. Su belleza no era especialmente deslumbrante, en comparación a las mujeres que solía tomar noche tras noche. Pero en cambio si lo eran sus miradas y la voz con la que le dijo aquellas palabras destinadas a cobijarse en su alma y que le otorgaban la fuerza necesaria para saciar su instinto natural.

El tiempo paso.....y por vez primera concilió un sueño.....compartir con ella su eternidad...condenarla a su maldición, era un acto egoísta que no se merecía.
No obstante, su predisposición egocéntrica, no le permitio alejarse de allí; y aprovechándose de la confianza que había sembrado durante todo ese tiempo....consiguió que ella desprotegiese su cuerpo ante el, prometiéndole un doloroso óbito, pero también un dulce renacer junto a el.

Hace mucho tiempo que aquel sueño se hizo añicos, y pocos detalles ya recuerda, pero jamás olvidará la fragancia de su piel, su mirada temorosa, el sabor dulce de su sangre, su último aliento.....al igual que recuerda, como su vida se apagaba....el sufrimiento se alargaba....y su sueño compartido nunca llegaba. Lucho por ella hasta que no quedo ni una sola gota de sangre sanadora en su cuerpo...pero era demasiado tarde, no había sido capaz de controlar su salvaje instinto animal, ni siquiera con ella.
Traicionó la confianza que confiere el amor y no sólo la condeno a ella a la muerte, si no que también él mismo fue penado con la más macabra de las torturas. Pues, lo único más doloroso que vivir el resto de tu vida sin la persona que amas, es vivir una vida inmortal sin ella.


<<Lo más cruel de mi condena, no es que tenga que sufrir, lo que a mi me quema esque nunca llegue el fin.
Lo más frío de esta celda, no es tener que soportar que mi alma inmortal se entumezca y el dolor me haga gritar.
Lo más cruel de mi condena, no es tener que digerir, estar para siempre condenado a vivir.
LO QUE A MI REALMENTE ME MATA, ES TENER QUE ESTAR SIN TI.>>>



by michael.

1 comentario:

Dorian dijo...

Muy bueno el escrito me gustado mucho a seguir escribiendo así. Publicitalo mas para q la gente t pueda leer escritos como este.